Invasiones sutiles, piezas sueltas. Collage de María del Pilar Cuellar (2024).
Artista visual, asociada de la NELcf Bogotá y diseñadora del afiche de las XIV Jornadas de la NELcf
Nota editorial sobre el niño
El eje “El cuerpo del niño como objeto del Otro, y los usos del cuerpo en las psicosis en la infancia” es en sí un trazado que va de problemas de subjetivación a soluciones contingentes: usos inventivos del cuerpo. Allí el arte sabe envolver la mesura y la desmesura con María del Pilar Cuellar y pone a disposición imaginarios “Cyberpunk” como lo hace Emilio Seraquive.
Un Lacan lúcido, pero no tan lúdico, dice que: sin mediación, un niño queda abierto a las capturas fantasmáticas. Entonces, dos “Milagros Divinos”, Carolina Puchet advierte que la clínica con niños requiere del goce femenino; y Fernando Gómez se aplica atento a esos cuerpos inquietos, caídos, violentos… ante los que Miller propondría operar con dulzura.
¿Qué nuevas a-marras para M., cuyo cuerpo se escurre?, se plantea Eugenia Flórez en una pregunta Laboriocia sobre clínica diferencial. Y en “Yo inventé…”, la invención queda del lado de una niña, sobre quien Mónica Febres-Cordero precisa sutil: desde el almohadón con el que T. se rodeaba para calmarse a cada solución mejor para (re)apropiarse de su cuerpo.
Para concluir, José Fernando Velásquez en su Lectura del Argumento* apunta que un analista se deja usar para captar trazos de goces y acompaña, desde nuestro neologismo: esa laboriociocidad de niños y niñas. ¡A esos pequeños laboriociocitos, les dedicamos este Boletín!
Jessica Jara
Coordinadora del Boletín Laboriocio
“Milagros Divinos”
El Boletín Laboriocio pregunta a nuestra colega Carolina Puchet, animado por su participación en el Seminario “La fantasía y el juego”:
El eje de trabajo 2 de las Jornadas enuncia: «El cuerpo del niño como objeto del Otro, y los usos del cuerpo en las psicosis en la infancia», al respecto queremos pedirte alguna elaboración desde el Seminario que conduces y tu práctica, que permita orientarnos sobre el estatuto del cuerpo del niño psicótico allí donde queda abierto a todas las capturas fantasmáticas…
La problemática está referida a la “Nota sobre el niño”, donde Lacan apunta que: “La distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte tomada del deseo de la madre, si ella no tiene mediación (normalmente asegurada por la función del padre), deja al niño abierto a todas las capturas fantasmáticas”.[1]¿Cómo leer esa frase, que no se nos presentifica tan lúdica?
Responde causada Carolina Puchet Dutrénit, psicoanalista en Ciudad de México, miembro de la AMP y de la NELcf:
Lacan en la Nota sobre el niño nos deja orientaciones clínicas muy claras para el trabajo analítico con niños. En primer lugar, ubica a la familia como el residuo de todo lo que fracasó de los sistemas comunitarios. En lo comunitario hay algo de lo singular que queda por fuera. En ese sentido la familia es una estructura mínima que transmite a través de las funciones materna y paterna, por un lado, la dimensión de la falta por la vía del deseo y por el otro, un modo de goce que guía, que enseña un camino posible. Al mismo tiempo que enuncia una ley. Dichas funciones sólo son posibles de transmitir encarnándose, en el sentido de poner el cuerpo.
En el trabajo analítico con niños esas funciones encarnadas se presentan en nuestros consultorios trayendo a sus hijos a consulta. Es así, que recibimos lo que ha hecho síntoma resultado de esas funciones. El niño viene al mundo como el objeto desecho del deseo de los padres, es la representación de una verdad, es nuestro trabajo como practicantes poder escuchar cual sería esa verdad. ¿Qué lectura hacemos?
Lacan nos propone, en este mismo texto, dos modos en que el síntoma del niño responde a ese malentendido inaugural. Como representante de la pareja parental o como síntoma de la subjetividad de la madre y lo que queda capturado ahí en la relación fantasmática entre el niño y la madre. La madre tiene que vérselas con su propia falta y en eso está en juego su objeto, que no es solamente imaginario y simbólico, tiene también una dimensión real. El modo en cómo el niño da cuerpo a la verdad de la madre tiene que ver con su estructura. En la madre neurótica el niño testimonia de su culpabilidad, en la madre perversa el niño le sirve de fetiche, en la madre psicótica el niño encarna un rechazo primordial.
Por su parte el niño tiene que vérselas con el deseo del Otro, ante la pregunta ¿qué me quiere el Otro? El niño da cuerpo a la verdad del deseo materno y puede ubicarse en tres posiciones: como síntoma, como falo materno y como objeto del fantasma materno. Cuando responde de un modo neurótico, representa la verdad del malentendido como síntoma de la pareja parental. Cuando responde de un modo perverso, lo hace como fetiche. Cuando la respuesta es del modo de la psicosis, no entra en el juego de la significación fálica, el sujeto niño puede quedar capturado por eso que le falta a la madre y ubicarse como su síntoma de lado de la suplencia. Es así que el niño no es el objeto que obtura la falta, sino que le da a la madre un modo de satisfacción del goce más allá del valor fálico. Un goce que es más del lado del goce femenino.
¿Qué pasa entonces con la función del padre? Lacan propone que, si la función del padre no hace una mediación, el niño puede quedar capturado por el fantasma materno. Aquí también está en juego lo sintomático del padre, no es únicamente mediar por medio de la prohibición, diciendo no. Es también enseñar cómo se hace con la prohibición y la ley, transgrediéndola. Hace de la madre una mujer y de ese modo prohíbe y transgrede en un mismo acto. Para esto es necesario que la madre haga un lugar al padre, que no todo se vuelque en su ser madre.
La clínica con niños incluye al goce femenino de un modo menos velado. Asistimos a ese momento en que el sujeto está constituyéndose y esas funciones parentales están jugando su partida. Sin duda eso nos permite escuchar esos cuerpos que hablan. Debemos estar entonces atentos a cómo posicionarnos en nuestra práctica. Cómo hacer presencia siendo un objeto que causa la subjetividad y no cristaliza la posición de objeto del niño. Eso incluye necesariamente el trabajo con los padres.
Laboriocio, haciendo avanzar a la Bibliografía de las Jornadas, entrevista a Fernando Gómez, psicoanalista en Lima, AME, miembro de la AMP y de la NELcf.
En la segunda entrega de la Bibliografía encontramos este recorte del Seminario 2 de Lacan[2]: “Durante décadas se rehusó pensar que en el niño pudiera haber verdaderas psicosis, y se intentó ligar los fenómenos con ciertas condiciones orgánicas […] Si en el caso del niño hablamos legítimamente de psicosis es porque como analistas podemos dar un paso más que los otros en la concepción de las psicosis”. Estas afirmaciones son vigentes hoy cuando imperan saberes y prácticas sobre los niños que se rehúsan a considerar en ellos cualquier tipo de sufrimiento e invención -de singularidad-, explicando toda manifestación de su existencia en términos de funcionalidad cerebral y buscando corregir o erradicar sus presentaciones peculiares.
En esa encrucijada, Laboriocio te pregunta buscando dar un paso más, ¿cómo se manifiestan hoy los usos del cuerpo de los niños psicóticos?, ¿qué otro lugar puede dar un analista a dichos usos del cuerpo?
[1] Lacan, J., “Nota sobre el niño” en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 394.
[2] Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 1983, p. 160.
“a-marras”
Eugenia Flórez, asociada a la NELcf Medellín, responde re-suelta a la invitación de Laboriocio:
El Boletín Laboriocio de las Jornadas de la NELcf, me propone esta pregunta soportada en la práctica clínica: “Parecería que, al momento de diagnosticar la esquizofrenia en la infancia, al menos en algunos casos, se podría presentar una cierta dificultad dada la cercanía que pudiese tener con respecto al autismo, y que esto podría deberse justamente a la manera como el cuerpo se encuentra allí implicado. ¿Habría una vecindad entre autismo y esquizofrenia, qué te ha enseñado tu práctica al respecto?”
Me proponen una pregunta imposible de resolver en estas líneas, haría falta un seminario completo, máxime, en este momento en el que el debate epistémico en torno al autismo se mantiene abierto, lo que considero afortunado en el campo del psicoanálisis puesto que el paradigma neuro ha provocado una suerte de absoluto en otros ámbitos, para protocolizar el tratamiento de los cuerpos de los niños, desde una mirada que lo objetiva. Si tomamos distancia del furor diagnóstico y nos detenemos mejor en la dimensión ética que supone el derecho al síntoma, esto es, ir derecho al síntoma en la clínica del parlêtre y el uso que éste hace del cuerpo vivo, tal vez podamos avanzar.
Lo que me ha enseñado la práctica, tanto la psicosis como el autismo es que nos fuerzan a una orientación que no se apoya a la entrada en el sujeto, para lo cual el distingo entre las estructuras supone que se haya dado una serie de operaciones de articulación significante que, para el caso de M., por ejemplo, no nos ayudaría a orientarnos. Tiene 7 años y fue diagnosticada tempranamente con un autismo grave, es llevada en silla de ruedas y con amarras para sostener su cuerpo porque se escurre como si careciera de una estructura que de soporte al cuerpo. Al sacarla de la silla se desliza por el suelo. La madre trae un tesoro clínico “le gusta bailar y cantar”, ¿cómo un cuerpo que no se sostiene de pie hace tal hazaña?
Verificamos que no hace muchas cosas esperables para su edad, carece de una imagen especular y el sentimiento de unificación que sirva de consistencia al cuerpo y su representación significante, pero ha sido impactada por el goce de lalengua. En el suelo, ella, apoya todo su cuerpo en la espalda y cobra vida con una fuerza constante para mover los pies y emitir sonidos como si cantara, pareciera repetir trozos de canciones. Su baile, es un zapateo iterativo pero es claro que da cierto borde al cuerpo. Se trata aquí del cuerpo hablante que, sin dirigirse a nadie, da cuenta del goce sonoro de las palabras, no hechas para comunicar. Esto es algo que ya encontramos en Lacan a la altura del seminario 20, mucho más desplegado en el seminario 23 y en la conferencia Joyce el síntoma nos hace saber que “tener un cuerpo” resulta problemático a todo parlêtre, mucho más a estos niños.
De manera que hay el goce primario en el parlêtre, en tanto cuerpo hablante, esto lo comparten tanto el niño autista como el esquizofrénico, como dos formas de responder a lo real, formas extremas, tal vez, por lo que nos queda por identificar los pequeños o grandes arreglos para intentar anudarse o compensar la falla de anudamiento, en lugar de emparentarlos. Es verdad que en ambos casos los fenómenos y acontecimientos de cuerpo priman. En principio es un cuerpo sin forma es posible verificarlo en el cuerpo del parlêtre niño llamado esquizofrénico a partir de los trozos de cuerpo cortados por las pulsiones, para el cual, si hay ya una imagen, la puede percibir desintegrada.
Lo que me interesa subrayar en la brevedad del texto es que el cuerpo del sujeto es distinto al cuerpo del parlêtre, en su topología RSI, se anuda de distintas maneras. M. me ayuda a entender esto que señala Lacan respecto al cuerpo, “tener es poder hacer algo con”,[3] ella lo usa. No se trata de una apropiación a partir de la imagen especular, tampoco de las representaciones que pueda hacer de él. Considero que nos acerca más a esta idea del cuerpo vivo a la manera de un “eso se siente”,[4] lo sabemos por Joyce.
Con el tiempo, M. puede mantenerse de pie, siempre y cuando cuente con un mínimo punto de apoyo en el cuerpo de otro, como una especie de prolongación de su propio cuerpo, lo que supone una ampliación de su borde. Con este dispositivo de apoyo que le permite otro uso del cuerpo, está por verse qué nueva invención se produzca y si es posible separarse del objeto para seguir bailando por la vida de manera más suelta.
Una segunda a-marra viene con el “Respirador artificial” y los “Psycho-retratos” de un artista productor de obras que suscitan el particular interés de un público muy joven.
Agradecemos al artista visual lojano Emilio Seraquive por compartirnos una obra singular de hibridación cultural Neo pop donde coexisten imágenes de series, videojuegos, animes, del “género policial” y Ciberpunk, más un toque “sarcástico-psicótico”, tan a tono con la época. Estas distopías quizás abonen a nuevos imaginarios en una explosión de color, violencia y goce.
*El video es una nueva pieza de culto, de Estela Castillo, participante del Boletín.
[3] Lacan, J., Joyce el síntoma, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 592.
[4] Ibid., p. 596.
“Yo inventé…”
El Eje 2 de trabajo de nuestras Jornadas: “El cuerpo del niño como objeto del Otro, y los usos del cuerpo en las psicosis en la infancia”, es en sí un vector que traza un programa de investigación al cual nos adscribimos y al que invitamos a Mónica Febres-Cordero en virtud de su práctica analítica con niños: de larga data y con reconocidos efectos sensibles.
Desde “La invención psicótica” -donde J.-A. Miller aporta conjeturas fundamentales a la comunidad analítica-, Laboriocio la convocó a comentarnos algún nuevo uso del cuerpo en niños psicóticos recibidos en su práctica, que considere se abone al estatuto de invención en relación al cuerpo y que nos enseñe, por muy modesto que este uso inédito pueda parecer.
Mónica Febres-Cordero, psicoanalista en Guayaquil, AME, miembro de la AMP y de la NELcf, nos responde dejando de entrada el lugar de la invención a una niña… Hoy T. es una joven a quien aún acompaña.
Comisión Laboriocio
- Coordinadoras: Jessica Jara y Claudia Velásquez
- Participantes: Estela Castillo, José Luis Obaid, Edgar Vázquez, Andrés Amariles.