Rosemberg Sandoval
El niño de la casa o Niño hecho a puñal,2012

El cuerpo del niño psicótico y la función deseo del analista

José Fernando Velásquez*

Formas de goce presentes en el cuerpo del niño

La pulsión, la representación[1] y el significante se “embrollan” en el cuerpo de cada parlêtre desde la niñez. El cuerpo del niño no es solo el de la forma “bebé”, en la que predomina la insuficiencia de valerse por sí mismo, porque en tanto parlêtre el niño goza con el cuerpo en las experiencias que enfrenta y a las que responde con acomodaciones e invenciones en las tres dimensiones de la experiencia subjetiva.

  • A nivel Real: Freud reconoció en el cuerpo del niño el cuerpo de la pulsión. Esta causa pulsional no se someterá al saber del yo, ni se dejará dominar por lo simbólico.
  • A nivel Imaginario: En el cuerpo quedan registradas las marcas del Estadio del Espejo, la identificación con el objeto en la dialéctica del deseo con el otro y las identificaciones que operan como ser deseante.
  • A nivel Simbólico: El cuerpo del niño recibe la marca significante sobre la dimensión del goce, lo que produce un modo de inscripción o de “corporización significante”.[2]

Lo que observamos en la clínica es que los goces se irán localizando y anudando no solo en objetos externos o en significantes que orienten, sino también en lugares o en ciertas funciones del cuerpo.

El niño, objeto en lo real del goce del otro

Hay algo preliminar a tener en cuenta en el abordaje del cuerpo del niño bajo transferencia: antes del Estadio del espejo el cuerpo del niño es una respuesta de lo real;[3] es decir, ocupa el lugar del objeto a de un fantasma ajeno.

De esa posición de alienación el sujeto niño deberá movilizarse, pero puede ser detenido o fijado por el malentendido de la pareja parental o por los goces de otro primordial, generalmente materno. En el Discurso de clausura de las jornadas sobre psicosis infantil y en Nota sobre el niño Lacan advierte sobre las capturas fantasmáticas en las cuales el niño y su cuerpo pueden quedar aprisionados.

Implicaciones del cuerpo en las psicosis en las etapas tempranas

Aunque los fenómenos de automatismo mental y las relaciones del sentido y la verdad son puntos de referencia para orientarse respecto a la estructura psicótica, en un niño estas dos vertientes son poco posibles de explorar inicialmente. Es necesario reconocer que sí es posible acceder a la relación con el sentido y la verdad, pero luego de un tiempo lógico de instalación de la transferencia.

Entonces, debemos entrenarnos  en leer otras formas de escritura en la transferencia que no son de lo simbólico. Para el discurso analítico cada sesión con un niño o un adolescente psicótico es una ocasión de saber leer lo que en cada cuerpo se escribe. El cuerpo hablante también se vale de lo imaginario, y dice en su forma que le es propia. La práctica clínica con niños psicóticos es la ocasión para reconocer lalengua del parlêtre – niño en su cuerpo hablante, donde la “intención comunicativa” y de sentido no están presentes, o donde lo que se exhibe como síntoma es la creación de suplencias.

Las formas como cada cuerpo se implica en las etapas de una psicosis son de dos tipos:

  • En el desencadenamiento. Este es un acontecimiento que puede ocurrir en el momento en el que al sujeto niño se le exige asumir un lugar frente a sus padres o en el grupo de pares; cuando deba responder a sus goces corporales; o frente a los efectos de una privación.

En el inicio del desencadenamiento de las psicosis en niños son frecuentes los fenómenos concernientes al cuerpo o a sus funciones. Los efectos pueden ser de hipervigilia, acción de presencia, percepciones de extrañeza del propio cuerpo y del de sus familiares, exigencia e inmediatez, desesperación e irritabilidad, dificultad de control de emociones, cortes, angustia hiperactiva, anorexias, somatizaciones, insomnios, pasajes al acto, o con fenómenos en los que el cuerpo “levanta campamento”, donde lo corporal se desanuda de la subjetividad.

En los desencadenamientos crónicos vemos sujetos que tropiezan frecuentemente en la relación a su cuerpo y al cuerpo del otro, de su par. Esto tiene implicaciones en su vida social, y muchas veces viene acompañado de complicaciones en la convivencia escolar o de una inhibición férrea a nivel académico. Encontramos sujetos bloqueados, mientras el crecimiento continúa.

  • El cuerpo también participa de los efectos compensatorios a largo plazo. El primero de ellos se produce por un movimiento de tipo “especular”: el cuerpo se percibe a través del otro. Hay mimetismo y transitivismo. El goce se reconoce a partir del goce del otro.

Pero hay un grupo de sujetos en los que la solución no pasa por lo especular, sino por la utilización de ciertos órganos o de sus funciones que se convierten en superficies de inscripción de algo no tramitable. Hay una serie de “fenómenos del cuerpo que eclipsan”[4] y ocultan una psicosis, en los que toda la vida del sujeto aparece implicada en torno a una función o una relación al cuerpo.[5] Encontramos entonces las anorexias, la encopresis, insomnios, las estereotipias, los bloqueos psicomotores, las adicciones a la tecnología y a los juegos.  Luego, en la pubertad y la juventud, la docilidad del cuerpo del psicótico a la identificación que encuentra en el discurso, por ejemplo, a algún espectro de lo trans, a un fenómeno psicosomático, los usos de tatuajes y otros manejos que exhiben en su cuerpo, la adopción de semblantes que hacen pertenencia a la tribu. Todos son caminos posibles para los elementos con los que cuenta el niño y el adolescente psicótico. J.-A. Miller comenta que el cuerpo es extremadamente dócil al enjambre de imágenes y significantes, sin que podamos prever a qué imagen o a cuál significante va a engancharse dicha docilidad.[6] Nos encontramos con que algunos de estos usos de lo imaginario tienen un efecto de anudamiento transitorio o temporal, equivalente a la atribución que le hace el lenguaje.

Movimientos del cuerpo bajo transferencia

Constatamos movimientos bajo transferencia en los que se elaboran guiones, se inventan nombres, se inscriben cosas alrededor del cuerpo. Es ahí donde debemos reconocer el alcance instrumental de lo imaginario para mostrar la forma de implicación del sujeto en su propia historia. Es fundamental reconocer el lenguaje de lo imaginario apoyado en la transferencia, como lo hace saber el trabajo de Rossine Lefort. En los casos que trata, es bajo transferencia que algo de la pulsión, la representación o la significación se anudan, primero al cuerpo del analista, y luego al propio cuerpo. Todo lo que está en la escena es útil: eso incluye a los objetos de su consultorio, una cuchara, una muñeca, una compota.  El encuadre analítico en los casos de la Sra. Lefort incluyen todo, también lo simbólico sin exigir su presencia, y el analista se deja usar para así captar los trazos de los goces que determinan la existencia de ese parlêtre.

Seguir las mutaciones de esos trazos de goce es acompañar el trabajo considerable que hacen estos chicos, para dar cuenta de algunas formas sutiles y singulares de estabilidad que hacen de “suplencia a la forclusión del Nombre del Padre”,[7] separadas del Todo de la norma,  y que pueden ser validadas a partir de la presencia del analista.


* Psicoanalista en Medellín, Colombia. Analista Miembro de la Escuela, AME, de la Nueva Escuela Lacaniana, NELcf, y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, AMP.

[1] La representación para Freud, Vorstellung, se caracteriza por ser el elemento que da contenido a las diferentes instancias psíquicas como la identificación, el fantasma, además de ser el registro en el que se establece una ligazón con el afecto.

[2] Miller, J.-A., “Biología Lacaniana”. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 299.

[3] Lacan, J., El Atolondradicho, Otros escritos, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 483.

[4] Miller, J.-A. y otros, “Embrollos del cuerpo”. ICdeBA, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 110.

[5] Idem.

[6] Idem, p 112 y 113.

[7] Idem.

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