Pilgrim State Hospital, Brentwood, NY, 1938.
Alfred Eisenstaedt, Time & Life Pictures/Getty Images

Editorial

Este Laboriocio se abona al eje V de nuestras Jornadas “El cuerpo del sujeto psicótico en la Institución” y da cuenta de que el discurso analítico no se presta a la dominación, aún si se sostiene en espacios institucionales.

Es un hecho que los psicoanalistas son requeridos para obrar “milagros” ante el desconcierto que suscitan los cuerpos “libres” e intervienen haciendo uso de sus propios cuerpos en actos analíticos “raros”, pero operantes como el de Ana Ricaurte en un hacerse el muerto: mostrando en acto las cartas como en el bridge, dejando leer allí mensajes oscuros.

En otro Milagro Divino está José Luis Obaid,  a quien su labor hospitalaria en Santiago le impuso cartelizar y, no sin su hallazgo de una certeza que yerra, recoge hoy nuevas cuestiones. En esa vía, Jader Flores nos anoticia de otras certezas, delirios persecutorios que cobran asidero en el Otro institucional y demandas infernales, para enseñarnos cómo logró producir una amarra-tratamiento en una institución en Medellín.

Este boletín incluye una danzamarra ante lo peor. Amugronándome es una bella puesta en escena de Danza Butoh corporizada por Nayeh Anzola, que aún presentifica los catastróficos bombardeos atómicos de otro siglo. Y trae una invención del Séptimo Piso, desde donde Ana Ibáñez nos habla de un arte-factum: Texteart sin pre-textos: con carga explosiva moderada y texturas que, entre varios, supieron hacer sentir en la “Teca”.

¡Y así sigue, por rarezas y caminos liberados, la investigación colectiva hacia nuestras Jornadas!

Jessica Jara
Coordinadora del Boletín Laboriocio

“Milagros Divinos”

El acto analítico tiene de lo singular, de lo “raro”, y cuando se orienta a acotar el padecer de un cuerpo psicótico, cuerpo también “raro” que suele poner en apuros en las instituciones, en una práctica que demanda al analista actuar ante las urgencias, ¿qué lecturas del padecer del cuerpo del sujeto psicótico por parte de un analista y cómo es posible transmitir en la institución misma sobre las consecuencias o efectos de la operación analítica?

Es lo que Laboriocio le pregunta a Ana Ricaurte, miembro de la NELcf y la AMP, en virtud de su “rara” práctica en una institución orientada por el psicoanálisis:

Con la invitación al trabajo del Boletín Laboriocio para investigar el tema “El cuerpo del sujeto psicótico en la institución”, tomo el caso “El niño raro”, escritura de una experiencia sostenida en una institución hogar de acogida para niños y adolescentes en Guayaquil.

La relación al cuerpo en este niño psicótico era muy extraña, rara, y justamente con un acompañamiento de su rareza, es que se pudo articular la transferencia que sostuvo el trabajo. Asustaba y causaba rechazo en la institución su repentina agresividad con otros niños. Que miraba a un punto fijo, sin responder a ningún llamado.  Que se exponía en sitios muy altos como definiendo su cuerpo frente al vacío. O tirado en el patio bajo el sol se quedaba dormido, angustiando a sus cuidadoras.

Su relación al cuerpo era mortífera, en la ausencia del sentido de vida cuando no hay la charla de deseo que produce un sujeto, y obligaba sesión a sesión a tratar de situar formas de enganche en una relación de a dos, con distintos operadores del programa, lo que iba revirtiendo su posición marcada radicalmente por el uno, fuera de grupo, fuera de la educación, fuera de todo. El trabajo apuntaba a contrarrestar la exposición de D a un real constante. Un tramo de simbolización fue construir historietas con una interviniente. Ser el que construye historietas fue un modo de acercamiento a los otros como un semejante.

¿Se puede transmitir esto en la institución como un conocimiento? No fue nuestra experiencia.  Nuestros procedimientos no calzan en las dinámicas de cuidados y de sentidos disciplinarios, sin embargo de algún modo, el niño fue acompañado por otro, quien al hacerle de par en el marco de la atención psicoanalítica, animaba a otros a tratarlo, se volvía menos extraño. Incluso para la madre que decía: no lo entiendo, es muy extraño.  De nuestra parte, instalamos la conversación con ella, con los otros de la institución, no precisamente para transmitir estrategias que consigan ciertos efectos.

En este caso, lo que surgió como un modo de hacer fue procurar que se digan cosas sobre el niño, cada cual desde su lugar, historizándolo mínimamente, quién era él para cada uno, desde sus temores o sus deseos, y de algo de eso se apropió el sujeto, muy especialmente de una frase de la madre como historia de la entrega de sus hijos a la institución, que él pudo incorporarlo como un sentido: “mi mamá me quería, pero estaba enferma.”

De ese modo obtuvimos: “un elemento concreto en los decires de la madre […] la puesta en función de un elemento simbólico, [que] aunque sea mínimo, es necesaria para la constitución de un velo.  Ese dicho elemento introducirá el punto de apoyo frente a un Otro que goza. Sin ese punto de apoyo mínimo no habrá velo que tape la nada apareciendo bajo la forma de objeto.”[1]

En una Conversación clínica en la NELcf Guayaquil del 2009, Leonardo Gorostiza comentó el caso “El niño raro”, diciendo que: el hecho de que se ponga en función un elemento simbólico no es suficiente, pero es necesario para poder mostrar la dimensión del cuerpo caído sin que sea un acto de horror, tocando lo real con lo real.

“Tirado como muerto” es una respuesta al deseo anónimo de la madre, que no encuentra velo fantasmático. Una vez más en esa posición, durante dos días sin levantarse, ni comer, angustiando al personal de la institución, llevó a la demanda urgente a la analista.  Contrariar esa posición de objeto caído, que lo alcanza en lo real del cuerpo, que no se media por la palabra, se dio al tirarme cerca de él como representación del objeto caído. Reaccionó con la frase: “¿qué quiere de mí?” Lo que él ha encarnado es: “me quieres muerto.”  Cuando la encarno yo, él se afloja: “me voy de aquí.”  Parafraseando a José Fernando Velásquez: es tocar el ser por la ironía y no por el lenguaje.


[1] Piechotka, E. y Bergovoy, D. Création du point d´ancrage dans le travail avec les parents. Les feuillets du Courtil, IV Journées du RI3, Número 18/19, Bélgica, Abril 2000, p. 27. Traducción de la autora

A uno de los participantes de Laboriocio, José Luis Obaid, miembro de la NELcf y la AMP, psicoanalista en Santiago de Chile, en un punto animado de la discusión colectiva, le formulamos:

Es un hecho que un sujeto psicótico puede arribar a una institución de salud cualquiera, no necesariamente concebida para alojar lo particular de dicha estructura, siendo así ¿qué es aquello que del cuerpo enfermo de un sujeto psicótico, causa tropiezos a los profesionales que se desempeñan en el campo hospitalario? ¿Qué consideras puede un psicoanalista ofrecer al sujeto y a la institución, en aquellos casos?

La primera pregunta permite referenciar la conferencia de Fabián Naparstek “Los objetos a y el loco”[1] en donde hay indicaciones precisas sobre esta cuestión y la clínica del objeto a en las psicosis. Lo diré de esta manera: el loco evidencia su libertad en relación al campo del Otro por tener el objeto a en el bolsillo, es decir no demanda la causa de su deseo al Otro. Dicha evidencia clínica es la que tiende a provocar angustia, incomodidad y/o tropiezos en quienes se enfrentan a las psicosis, despertando, a la vez, fantasmas de domesticación.

Para la segunda pregunta, encuentro apoyo en una definición del inconsciente que me gusta mucho. Lacan lo define como certeza que yerra[2], como un campo que se pierde, una pérdida sin compensación, sin ningún saldo a favor, salvo el ser retomada en la función de la pulsación. Un inconsciente causado que, en tanto se dirige al analista, éste pasa a formar parte del mismo y en donde su presencia es irreductible por ser testigo de esa pérdida.

Ese inconsciente, como nos aclara J.-A. Miller, no sería una psicología de las profundidades, pues gravita en la periferia: “por el contrario, estamos allí en el lugar del Otro en la experiencia”[3]. Por lo que el analista también está allí y, por estar allí, se verifica que algo falta. Se trata para Miller de la presencia de una reserva en el lugar del Otro. Es decir, que orientado por el principio de un inconsciente siempre agujereado que circula y se hace escuchar en la periferia, el analista encarna aquello fallido, el fracaso o, a la vez, lo faltante en el Otro para servirse de ello o ponerlo al ruedo en una institución.

Se trata de captar el viraje en el estatuto del Otro al seguir los paradigmas del goce[4]. De pensar la operatividad, las consecuencias clínicas de un Otro deseante, un Otro marcado en tanto incompleto, también, un Otro vivo. Es la importancia de no responder como Otro completo en la transferencia, ya que lo que el analista rechaza en tanto Otro completo, eso aparece en lo real[5].

Quisiera entonces dejar abierta algunas preguntas que, en el mejor de los casos, podrán ser retomadas en los meses de trabajo venideros y el arribo a nuestra próximas Jornadas de Escuela. ¿Sería un principio, un preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis en las instituciones y sus dispositivos, señalar que se trata, más bien, de un abordaje del Otro y no del sujeto? Si así fuese ¿resultará crucial la sustracción de toda respuesta, institucional o clínica, en el plano del semejante? Por último, ese Otro barrado, ¿no resulta acaso el fundamento de un deseo de saber, del lado del analista que, encarnando esa falta en el saber mismo, se anima e interesa?


[1] Naparstek, F., «Los objetos a y el loco», Nucep – Sección clínica de Madrid, en: https://www.youtube.com/watch?v=_TOTMjIhZpQ

[2] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 133.

[3] Miller, J.-A. Del síntoma al fantasma. Y retorno, Los cursos psicoanalíticos de Jacques – Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2018, p. 208.

[4] Naparstek. F., “La dirección de la cura en la toxicomanía y el alcoholismo; su efectividad en instituciones”,  Introducción a la Clínica con toxicomanías y alcoholismo”, Grama, Buenos Aires, 2008,  Pp. 125 y 126.

[5] Ibid, p. 131.

“a-marras”

El arte dispone de otras amarras que sabemos apreciar y aquí acogemos uno de esos cuerpos tomados por la Danza Butoh, pero en Latinoamérica.

Nayeh Anzola desde Caracas nos hace llegar su Amugronándome: una respuesta estético-política a lo que para cada quien remite a eso catastrófico más allá de la catástrofe real; considerando que, en sus inicios, esta práctica escénica japonesa atendió a las imágenes de las bombas nucleares y sus devastadores efectos.

La artista dirá que esta experiencia: la devuelve al escenario desnuda de sí y con el valor de atravesar, cada vez, sus propias incertidumbres… su propia oscuridad.

La magnífica edición del video es producción de Laboriocio, un divino hacer de Estela Castillo.

Ante el padecer desbordado que pueden experimentar algunos sujetos psicóticos, las instituciones intentan manejar desde distintas maneras y métodos lo insoportable del goce del Otro y el goce Otro.  Éric Laurent en su texto Acto e institución sostiene que en la práctica institucional orientada por el psicoanálisis no se trata de “producir una doctrina ‘una’ del psicoanálisis con respecto a la ‘institución’ sino más bien de obtener una serie de maneras de hacer con la institución”.

En esta dirección, un segundo aporte a a-marras viene de un asociado de la NELcf Medellín, Jader Flores, a quien Laboriocio le planteó en relación a su práctica en instituciones: ¿cómo se las ha arreglado para dar lugar a invenciones de los sujetos psicóticos para vivir la corporeidad y sostener sus arreglos con el cuerpo?

He necesitado ciertas condiciones preliminares para dar lugar a las invenciones de los sujetos psicóticos en lo institucional. La primera condición que nombraré es la modulación del tiempo lógico. Esto es, pasar de un instante de ver lo institucional a un tiempo para comprender algo de su lógica, estando advertido de los alcances de mi práctica.

Otra condición necesaria es la puesta en marcha de una transferencia de trabajo con el personal de la institución, dado que, sus cuerpos, funciones o actividades, permiten o no, dar lugar a la invención de un sujeto psicótico.

No ir en contra de lo institucional es otra condición indispensable. No es fructífero encarnar una posición de contestatario. Es mejor servirse de lo institucional y asumir una posición que, poco a poco, dé lugar a lo posible en lo imposible de la práctica.

Dejarse enseñar por cada sujeto psicótico es otra condición ineludible. Cada sujeto nos orienta sobre qué de lo institucional le sirve o no de amarra. Conviene subrayar que, para dejarse guiar es necesario asumir una posición de “sujeto supuesto interesarse por la singularidad”[1] y no de saber.

Intentaré con una viñeta ilustrar lo mencionado.

A demandaba diariamente a enfermería la limpieza de una herida que ella no dejaba cicatrizar. Cuando se negaban a su demanda pasaba a golpear su brazo contra las paredes, arañar su rostro y dejar de comer. Igualmente, el Otro institucional se le volvía persecutorio: “me quieren envenenar”. La limpieza de esa herida era uno de los intentos que poseía para tratar el goce deslocalizado y sostener el cuerpo que se le hacía extraño.

Los enfermeros estaban cansados de su demanda sin límites. Converso con ellos y las directivas para obtener un arreglo entre lo institucional y el intento de amarre de A. Se llega a un acuerdo que le consigo transmitir bajo transferencia. Las curaciones tendrán lugar cada tres días y solo serán realizadas por el jefe de enfermería. También, cada tres días comienzo a escucharla y le propongo tomar nota de sus demandas a la institución para, posteriormente, leerle las respuestas.

Lo anterior, le sirvió a A de amarra-tratamiento, poniendo un límite a su demanda y goce, dándole lugar al intento de sostener un cuerpo que se desmorona. Además, tranquilizó a los enfermeros.


[1] Briole, G., Clínica continuista, bajo transferencia, en: https://congresoamp2018.com/textos/clinica-continuista-transferencia/

“Yo inventé…”

Desde el Boletín Laboriocio nos interesamos en el “Séptimo piso”, en tanto institución inventiva que aloja desde el 2016 en Ciudad de Guatemala a sujetos psicóticos y autistas, adultos y jóvenes con problemas graves de subjetivación, donde sabemos que aplican la “práctica entre varios”[1] para hacer allí donde los métodos convencionales desfallecen…

Entonces preguntamos a Ana Ibáñez, desde tu participación como interviniente en algunos de los talleres del Séptimo, ¿quisieras comentarnos sobre algún proyecto que de cuenta de ese carácter inventivo en relación al cuerpo, texto, arte, que haya dado algún lugar original a los sujetos singulares que consienten en acceder a su “piso”?

Ana Ibáñez es asociada a la NELcf Guatemala, interviniente en “Séptimo Piso”. Cabe destacar que dentro de esta institución singular sostiene el Taller de Escritura[2].


[1] En 1992, J.-A. Miller nombró “práctica entre varios” a una modalidad de psicoanálisis aplicado iniciada en 1974 por Antonio Di Ciaccia en L´Antenna 110: institución creada como un lugar de vida de niños y adolescentes psicóticos y autistas. Esta institución y varias otras que hacen suya esta modalidad de hacer singular, como es el caso de Séptimo Piso, toman la indicación de Lacan de que el autista está en el lenguaje, y llevan a cabo su labor con diversos intervinientes en talleres en un contexto institucional particular.

[2] Es posible leer sobre la experiencia del “Taller de escritura urgente a la Halfon” sostenida por Ana Ibáñez en el Séptimo Piso, en la Revista F-ILIA # 5, Abril 2022. En https://ilia.uartes.edu.ec/f-ilia/articulos/un-taller-de-escritura-urgente-a-la-halfon/

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