Acercándonos a las Jornadas, este boletín y el siguiente, alojan breves textos escritos por asociados de diversas secciones de la NELcf en relación a los 6 ejes clínicos propuestos.
¡Los invitamos a leer estas provocaciones!
Eje 1: La lógica del corte en la sesión analítica
CORTES E INTERPRETACIONES EN LOS COMIENZOS DEL ANÁLISIS DE LAS NEUROSIS
Renzo Pita Zilbert
Nelcf-Lima
Todo aquel que consulta a un analista lo hace luego de haber realizado una “avaluación”[1] de su propio malestar. Esta “avaluación”, tal como lo explica Miller, consiste simplemente en la decisión de considerar su propio sufrimiento como meritorio de ser narrado y tratado por un psicoanalista.
Ahora, la narración de este sufrimiento tiene características diferentes en la histeria y en la neurosis obsesiva. En la histeria esta avaluación suele tomar la forma de un discurso que se despliega principalmente tomando al Otro como “su punto de apoyo”.[2] Dicho de manera llana, se trata de un discurso con expresiones del tipo: mi madre hace esto, mi jefe hace esto otro, mis amigos aquello, etc. En la neurosis obsesiva, en cambio, dicha avaluación se despliega fundamentalmente tomando al yo como eje, pues el obsesivo cuenta con un yo consistente que le gustaría seguir fortaleciendo. Es por ello que la narración de su sufrimiento suele proferirse con frases como: yo no puedo esto, yo no veo ninguna salida a aquello, etc.
En otras palabras, lo que encontramos en las primeras entrevistas de estos tipos clínicos es que la consistencia imaginaria que los atrapa y los aqueja tiene distintas características, En la histeria, por ejemplo, suele haber dificultades para atravesar la consistencia imaginaria del otro en dirección al surgimiento del gran Otro. Es decir, a la histeria se le problematiza hacer el pasaje de un discurso de queja sobre los amigos, el jefe, la madre, etc., a un discurso que ubica una relación de goce con el Otro. A este pasaje, que se problematiza en la histeria, podemos llamarlo rectificación del Otro.
Por otro lado, a la neurosis obsesiva se le complica atravesar la consistencia imaginaria del yo en favor de la emergencia del sujeto del inconsciente. Dicho de otra manera, al obsesivo se le dificulta pasar de un discurso de queja sobre una realidad imaginaria (realidad organizada por su yo), que le hace sufrir y lo tiene atrapado, a un discurso propio del sujeto del inconsciente que le permita decir: sí, también sostengo este desorden del cual me quejo. A este pasaje, que se intrinca en la obsesión, lo podemos denominar rectificación del sujeto.
Chamorro, en su libro “¡Interpretar!”,[3] señala que toda interpretación debe producir un sujeto divido y, aunque para ello se puedan utilizar diversas formas interpretativas (interpretación por la cita, por el enigma, etc.), es importante estar advertido que la histeria suele ser más permeable a interpretaciones que agujereen la consistencia imaginaria del yo (rectificación del sujeto), pero no lo es tanto a intervenciones que busquen romper la relación especular con el otro (rectificación del Otro). Esto lo podemos corroborar en el caso Dora, donde con cierta facilidad la susodicha puede asumir su lugar de sujeto, es decir, su complicidad en la trama que venía denunciando. Sin embargo, esta rectificación no evita que ella siga quejándose del padre o del señor K.
Por su parte, la neurosis obsesiva suele atravesar con mayor facilidad los velos imaginarios de su malestar cuando las intervenciones del analista apuntan a perturbar la relación con el otro semejante, develando de esa manera la función del Otro. No obstante, los intentos del analista tienden a verse frustrados cuando busca quitarle consistencia al yo.
Finalmente, franquear la consistencia imaginaria en un análisis requiere introducir un más allá al cual el analista apunta tal como lo hace el dedo de San Juan en el cuadro de Leonardo. Asimismo, este señalamiento del analista debe orientarse de las particularidades de cada estructura y las singularidades de cada ser hablante. Luego, por supuesto, este más allá se irá renovando y tomando nuevas formas hasta tocar lo más real del síntoma.
[1]Miller, J.-A., Introducción al método psicoanalítico, Paidós. Buenos Aires. 2006.
[2]Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós. Buenos Aires. 2010, p. 404.
[3]Chamorro, J., ¡Interpretar!, Grama, Buenos Aires. 2011.
Eje 2: Variantes de la interpretación
LA EXPECTATIVA DEL DESCIFRAMIENTO, LA REVELACIÓN COMO RECORRIDO
Vianney Cisneros
Nelcf-México
Con frecuencia escuchamos el desciframiento como una expectativa típica depositada en el psicoanalista, consideramos que es una especie de camino amarillo para que llegue quien consulta por síntomas ligados a un sufrimiento, no a un mago, sino a un espacio donde sea alojado su deseo de desciframiento, produciendo en el trabajo con un analista el efecto de enigma, que promueva que se haga un uso especial, en transferencia, de la palabra. Miller en La palabra que hiere destaca que “la interpretación lacaniana no es una traducción, sino una revelación, levanta el velo sobre lo que es imposible-de-decir, lee lo que no-puede-decirse, más allá de la represión”.[1] Revelación que hace lugar al goce, a aquello que no cuenta con una traducción o palabras que lo definan, sin embargo, retorna, se hace presente, invariable. Levantar el velo, asumiendo la nada que hay detrás de este y bordearla, hace de un análisis la posibilidad de ir más allá de las identificaciones y de aquellos significantes amo que determinan al sujeto.
La orientación lacaniana nos permite considerar la clínica más allá del alcance de lo simbólico y apuntar a lo real, no se acomoda en el sentido pues se sabe mentiroso y reconoce que “ahí donde eso habla, eso goza”.[2] Escuchar el decir del paciente como aquello preciado que le permite exponer lo intratable y comenzar un análisis, lleva a la producción de un Sujeto-supuesto-Saber, que el analizante se ofrezca a la interpretación, asumiendo por nuestra parte que es el inconsciente quien interpreta; a nosotros nos toca maniobrar con ello, de variadas formas: cortes, jaculación, alusión, cita.
Recordando que nuestra práctica está definida por la concepción que tenemos de inconsciente, Esthela Solano destaca que “al introducir la interpretación analítica como lectura, Lacan nos indica que abordamos el inconsciente como un escrito a leer”[3], llevando a una nueva definición de SsS en su última enseñanza como “Sujeto-supuesto-Saber-Leer-de-otro-modo”[4]. Es necesario afinar la escucha para delinear la estructura del paciente que está frente a nosotros y busca soluciones para su malestar y sufrimiento, ya que sabemos que el psicoanálisis no tiene fórmulas, pero sí principios, por ello, la interpretación constituye la principal operación del analista en la cura.
Finalmente, podemos considerar que un análisis vía desciframiento, no tiene fin, sería como andar eternamente por el camino amarillo. No obstante, orientarse por lo real apunta a la revelación, a lo nuevo.
[1] Miller, J.-A.,“La palabra que hiere”, Revista Lacaniana # 25, Año XIII, 2018, Buenos Aires, p. 25.
[2] Miller, J.-A., La fuga de sentido, Paidós, Buenos Aires, p. 157.
[3] Solano, E., “Del inconsciente al parlêtre”, en Viganó, A., El psicoanálisis en el siglo XXI, NED Ediciones, México, 2022, p. 110.
[4] Ibíd, p. 112.
Eje 3: La práctica analítica en las instituciones
HACERLE LUGAR A LO SINGULAR EN LA PRÁCTICA INSTITUCIONAL
Lilibeth García
Nelcf-Lima
Existen diversas maneras en las que un psicoanalista puede realizar su práctica en una institución. Están instituciones como los hospitales, los centros educativos, pero también existen experiencias de instituciones propiamente psicoanalíticas, donde la orientación y las condiciones son más favorables para el discurso analítico. Sin embargo, como nos menciona Gil Caroz, ninguna institución, aunque sea psicoanalítica, escapa a que haya un amo.[1] El amo puede estar representado por el organismo que subvenciona y pide resultados, el director del hospital, o incluso cuando el funcionamiento dentro de una institución analítica se va deslizando a la primacía de lo burocrático y lo administrativo en desmedro de lo analítico. Si toda institución tiene un amo, ¿cómo hacer con él para que sea posible una práctica analítica?
Asimismo, si pensamos en las instituciones como las de salud mental, encontramos que tienden a regular la práctica a partir de estándares, el uso de protocolos y pruebas psicológicas, que no dan lugar a la palabra libre, ahogan la singularidad y evitan la contingencia del encuentro. En ese sentido, ¿cómo preservar la orientación por lo singular en marcos institucionales que tienden a la estandarización?
Tenemos que estar advertidos de que podemos deslizarnos hacia posiciones extremas, que nos llevarían a adoptar una posición de sumisión o de confrontación frente al amo. En la sumisión quedamos sometidos al funcionamiento rutinario de la institución, no se puede hacer nada, más que seguir el protocolo; de igual manera, con la confrontación, tampoco conseguimos nada, en el peor de los casos nos hacemos echar. Al asumir una postura de dueños de la verdad caemos en la creencia de superioridad del discurso analítico, es decir que hacemos del psicoanalista el sujeto que sabe. Lejos de abrir caminos para dar lugar a la singularidad esto cerraría posibilidades.
En ese sentido, que haya psicoanalistas en una institución no garantiza que la práctica sea analítica, ella depende de la posición que el psicoanalista ocupe cada vez, por ejemplo, cuando puede rescatar en su escucha la singularidad del sujeto o puede introducir artificios e invenciones que lo ayuden a franquear los obstáculos institucionales. Entonces, se trata de la relación que cada uno tiene con su formación. Que, al ser sin garantía, se sostiene de una postura ética, es decir, dando cuenta de nuestra práctica, con sus impasses, aprendizajes e invenciones. Agujerear nuestra prácticaes fundamental pues sabemos que somos habitados por un real que no se elimina nunca. Tal como nos dice Sergio Laia el “no quiero saber nada de eso insiste a lo largo de lo infinito de su formación analítica”,[2] incluso para el analista que ha terminado su análisis.
Entonces, no se trata de grandes proezas sino de la introducción de pequeños detalles que nos permitan dar lugar a la singularidad, favoreciendo un diálogo con el Otro institucional, que abra caminos, pero ello solo es posible si no cerramos el agujero propio de nuestra formación.
[1] Coccoz, V.; Rabanel, J-R.; Caroz, G. y Ansermet, F., La práctica lacaniana en instituciones II. Soluciones, invenciones, Grama, Buenos Aires, 2017, p. 86.
[2] Laia, S., “¿Qué significa para un analista empezar a analizarse a sí mismo?”, Ap/bertura #12, Boletín hacia el XI ENAPOL, https://enapol.com/xi/ap-berturas/